Compost de Diego E. Suárez, Colección Rosa de los vientos, Palabrava, Santa Fe, Argentina, 2024, 90 páginas. Poesía, poesía argentina.

 

 

Diego E. Suárez apela al reciclaje, a la separación de lo que no se pierde y se transforma en otra cosa, como eje para estructurar este libro de poesía.

Como fondo de cada poema, leemos lo que queda y lo que sobra, lo que se prioriza y lo que abona una nueva forma y un nuevo contenido. El poeta selecciona, descarta, borra… y rehace. Y es así como este poemario nos introduce en una nueva manera de concebir la propia escritura, hecha de hilachas, de coloquialismos, de palabras ajenas, de tachar y volver a escribir: Eso sí: tejer, sigo tejiendo,/ pero con otros materiales,/ puros retazos que a su manera/ buscan dar calor.

El poeta se convierte más que nunca en ese demiurgo, dueño absoluto de su obra: A fin de cuentas, por si alguien quisiera romperme el poema, yo ya lo entrego hecho añicos.

Cada línea nos anticipa que puede tener densidad o ser de humo, germinadas de cuestiones invisibles como los recuerdos, que también se reciclan en la memoria. 

Y, al final, nos quedamos con una sensación de belleza cuando el poeta nos entrega este deseo: Que el poema sea un espejo de agua tallado en piedra.

Patricia Severín

 

Si usted reside en la Ciudad de Buenos Aires, comuníquese con nosotros para coordinar el envío directamente. Disponemos de ejemplares en la Capital para facilitar la entrega.

Compost de Diego E. Suárez

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Compost de Diego E. Suárez, Colección Rosa de los vientos, Palabrava, Santa Fe, Argentina, 2024, 90 páginas. Poesía, poesía argentina.

 

 

Diego E. Suárez apela al reciclaje, a la separación de lo que no se pierde y se transforma en otra cosa, como eje para estructurar este libro de poesía.

Como fondo de cada poema, leemos lo que queda y lo que sobra, lo que se prioriza y lo que abona una nueva forma y un nuevo contenido. El poeta selecciona, descarta, borra… y rehace. Y es así como este poemario nos introduce en una nueva manera de concebir la propia escritura, hecha de hilachas, de coloquialismos, de palabras ajenas, de tachar y volver a escribir: Eso sí: tejer, sigo tejiendo,/ pero con otros materiales,/ puros retazos que a su manera/ buscan dar calor.

El poeta se convierte más que nunca en ese demiurgo, dueño absoluto de su obra: A fin de cuentas, por si alguien quisiera romperme el poema, yo ya lo entrego hecho añicos.

Cada línea nos anticipa que puede tener densidad o ser de humo, germinadas de cuestiones invisibles como los recuerdos, que también se reciclan en la memoria. 

Y, al final, nos quedamos con una sensación de belleza cuando el poeta nos entrega este deseo: Que el poema sea un espejo de agua tallado en piedra.

Patricia Severín

 

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